sábado, 30 de marzo de 2013

POEMA VII – FUGACES SEGUNDOS. AKASHA VALENTINE.


Angelica Kauffmann. Fotografía: Wikipedia


POEMA VII – FUGACES SEGUNDOS. AKASHA VALENTINE.


Sin rumbo, angustiado por la idea de tener que caminar de forma permanente sin un propósito por el que seguir adelante, fingí mis propias pisadas y borré con las palmas de mis manos las huellas que iban dejando tras de mí mis zapatos. Pero como un mal compañero de viaje la oscuridad me seguía allá donde iba, sin posibilidad de escapar de ella, aferrada a mi cuerpo imitando la silueta de mi figura en cada esquina en que parábamos. Ahora me atrevo a confesar que el miedo que sufría por entonces era irracional, casi como un mal sueño del que no puedes despertar. Creía firmemente en los espejismos que la vida me mostraba aliviando el cansancio de mis huesos y reconfortando a mi espíritu inquieto. Pensaba que si lograba acomodarme en una vida falta de emociones nada lograría sorprenderme y por lo tanto me ahorraría sufrimiento. Pero no sabía cuán equivocado estaba hasta el día en que te conocí y el telón de mi vida se levantó para representar la obra de mi destino.

El día en que te conocí tú estabas de espaldas a mí. El viento que por aquel entonces permanecía en calma se agitó brevemente levantando los pétalos en flor que cubrían el mismo suelo en el que tus pies permanecían fijos e inmóviles como si las raíces de los árboles te hubieran atrapado con sus largos brazos y te impidieran escapar de ese paisaje bucólico que llenaba nuestros ojos y lograba ablandar nuestra alma. Suspiré levemente, casi aterrado ante la idea de romper esa imagen tan inocente que se abría paso ante mis ojos y que estaba siendo representada en exclusiva para mi persona. Me quedé sin palabras, conmocionado por la belleza de tu figura. Tragué y expiré un aire que me quemaba por dentro mientras mi pecho se retorcía de dolor y cuando creí que nada más podría hacerme perder la compostura tu brazo se extendió vanidosamente y tus diminutos dedos surcaron el cielo intentando alcanzar mis mejillas ahora enrojecidas por las emociones. Tu voz salió de tu boca y maldije al viento por llevarse consigo tan delicioso sonido y esas palabras tan cortas y sencillas.

Quise correr para tocarte pero tuve miedo de tropezar, así que comencé a caminar muy despacio, arrastrando las suelas de mis zapatos para tomar tu mano y alzarte entre mis brazos mientras mi corazón latía con violencia pidiendo clemencia. Me he encontré sin yo saberlo cara a cara con tus ojos y conmovido por las emociones sentí que iba a morir entre tus brazos mucho antes de poder saber tu nombre. Fue el incómodo silencio, o tal vez la intensidad de nuestra mirada, lo que nos obligó a ladear nuestra cabezas y a impedir llegar a más en aquellos mismos instantes. Pero nuevamente tus gestos me sorprendieron de tal manera que a punto estuve de caerme de espaldas pues tu mano, cálida y suave, tomó la decisión de posarse sobre mi áspera y cuarteada mejilla mientras sucumbías al color de mis ojos. Sentí pánico al darme cuenta de que en realidad nunca había sentido nada como aquello hasta el mismo instante en el que te conocí. Mis ideales, mis creencias, que hasta entonces habían sido tan frágiles como una escalera de naipes, se derrumbaron y cayeron estrepitosamente haciéndome ver que si me quedaba a tu lado la vida contigo sería como un fugaz segundo, pero tan valioso e intenso que ni mil vidas sin ti podrían igualarlo.

- FIN- 



NOTA LEGAL: Akasha Valentine 2013 ©. La autora es propietaria de esta obra y tiene todos los derechos reservados. Si ves algún poema en otra web, foro u otro medio, están cometiendo un delito, salvo que cuenten con el permiso expreso de la autora, y siempre que esté citada la fuente y la autoría.

sábado, 23 de marzo de 2013

POEMA VI- EL DOLOR DE NUESTRA PIEL. AKASHA VALENTINE.


Eugène Delacroix. Fotografía: Wikipedia. 

POEMA VI – EL DOLOR DE NUESTRA PIEL. AKASHA VALENTINE.


Fingí. E incluso llegué a enterrar mis propias emociones bajo grandes capas de arena. Yací en lechos escatológicos con el único deseo de arrancarme el aroma de tu cuerpo cuando nadie me viera, pues confieso que ese mismo perfume ahora vive bajo mi piel y su embriagador aroma me saca de quicio. Cerré los ojos y paladeé mientras imaginaba el dulce sabor que tendría mi muerte, pues mi alma desgarraría mi cuerpo para liberarse de la condena que le impusieron sin tan siquiera haber tenido la oportunidad de defenderse. Si cierro los ojos aún puedo verte, sentir el calor de las yemas de tus dedos sobre mi desnuda espalda. Mi lengua se quema, mi garganta se seca y mis labios se agrietan, pues añoro el duro sabor de tus besos y las roturas y heridas que quedaban tras ellos. Recordarte es añorar el dolor, es ensalzar la imagen del tormento o peregrinar en las áridas tierras del calvario. Negarme a tu voluntad es pulverizar mis incorpóreas aspiraciones, por eso siempre quiero más de ti, aunque pierda la consciencia cuando tiras con violencia de la cadena con la que me atas a tus corazón.


Lo odio todo de ti. Desde el color de tus cabellos hasta la forma en la que caminas. Cuando te miro a los ojos tu retorcida alma me seduce con zalameras palabras y siempre acabo siendo doblegada a tu voluntad. Si echo la vista atrás sólo recuerdo el desasosiego que me producía estar en la misma habitación que tu persona. Me aferraba a mí misma mientras me mordía con fuerza la boca para no gritar presa del terror que me producías cuando tus dedos se introducían en cualquier cavidad de mi cuerpo expresamente abiertas para ti. Tu boca me quema. Hace que mi piel se consuma lentamente. Tus besos dejan marcas visibles sobre ella, y yo grito presa del placer que me produces cuando tu masculinidad busca el calor del interior de mi sexo. A horcajadas sacudes mi cintura. Evito mirarte en todo momento, pero me es difícil ignorar el volumen de tu torso, o evitar apoyar mis manos sobre las columnas que forman tus brazos. Un intenso calvario comienza a rasgar las entrañas de mi cuerpo. Grito en silencio mientras ruego entre exclamaciones confusas el deseo ser liberada.


Creo alcanzar el cielo sin haber muerto, mientras tu gimes en mis oídos y me obligas a seguir proporcionándote un placer que mi cuerpo es incapaz de resistir. Me doy cuenta de que siempre acabo perdiendo ante ti, pues tus brazos me mecen en una noche bañada por los claros rayos de una luna que nos mira con recelo envidiosa por no poder sentir aquello que nunca podrá tener. Cuando me sostienes así me siento abrumada, quiero alejarme de ti pero no puedo hacerlo, pues me abrazas con tanta fuerza que hasta el aliento se me corta y es entonces cuando vuelvo a recordar el pasado, anhelando volver a ser esa niña inocente que un día fui y que en tus brazos murió la primera noche en que me hiciste tuya sin previo aviso. Por eso te odio con todas mis fuerzas, pues tú eres mi eterna confusión. Si me alejo de ti enseguida quiero regresar a tu lado, y cuando estoy contigo en lo único que pienso es en salir corriendo para poder escapar del daño que me haces si te dejo tocarme más allá de una simple caricia. No quiero seguir sintiéndome de esta forma por mucho tiempo, así que libérame ya de este tormento que viene en mi búsqueda cada noche en la que sé que tú no estás a mi lado y yaces en brazos de otra mujer cuyo nombre no recuerdo y cuya imagen se ha difuminado en mis recuerdos.


-FIN-

Akasha Valentine: http:// www.akashavalentine.com

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